TODO AMOR ES UN HIJO
Dando el último paso da el primero,
su rostro avejentado se ilumina
al sus ojos posar en ese bien
que le fue dado tener sin poseer,
al que llama su esposa,
que allí mismo le espera entre vencida
por su propio cansancio,
en sus sueños dulcemente reclinada,
con los ojos cerrados…
Su cara asolada por los años,
en el extremo sur de aquel sofá
conserva la belleza que de otrora
los ojos de él entre otras prefiriera,
y le hiciera rendirse,
colocar su corazón sin condición
a los pies que luego le siguieran,
de ciudad en ciudad,
hasta hallar el sitio destinado
para que aquel amor bien motivado,
echara sus raíces,
y trajera los frutos que el altar,
dio permiso a sembrar y cosechar,
por estas almas de cuerpos adheridos…
Y ese fruto retardado no llegó,
no nacieron retoños en la yema,
y el amor que creció sobrecogido,
ramas nuevas negó,
y ese árbol inmenso
en aquel pequeño bosque quedó solo,
como arce que hace de señal
para todos los pájaros perdidos
en sus viajes de cambio de estación,
caso harían el dolor y la apatía,
de tallar nuevas sombras a los días
si fueran la inquina y el dolor
quienes la guía dieran a este amor,
y no la piel, la sustancia de la vida
que puebla el alma de fermento y savia,
y así no broten nuevas las yemitas,
de este cedro de dos, par ejemplar,
que su silueta alzada aquí proyecta,
ellos son la leche y son la nata,
son el pan, la miel, la mantequilla,
en la mesa sencilla…
Justo ahora, esa ella se despierta
y en el rostro de él ve algún rubor,
por hallarse enamorado en solitario
de su mujer que duerme adolorida,
reclinada, acostada, en aquel mueble,
sin poderse defender,
del hacer del espíritu de su hombre…
Pues acaso no es primera vez,
la mirada de él desciende lenta,
en serena y amada complacencia,
de los ojos de ella, de su piel…
El abrazo que cierra la jornada
les abre comedido el nuevo día,
cuando entran a su alcoba y felices se arropan,
él con los sueños de ella, ella del brazo prendida…
La mirada del hombre dolorida,
por los años gastados, por la vida
se cierra enamorada plenamente,
esperando ahuecado entre aquel cuerpo
el comienzo de otro nuevo día…
JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor