lunes, 14 de diciembre de 2015

NO ME SUELE PASAR... / Poesía de José Ignacio Restrepo



AZUL PECADO


De las trémulas manos,
ramas donde decrece ese desasosiego lastimero
que hace arrugas pronunciadas en mi frente,
brota la fe diezmada en tantas caricias negadas,
al entrar al cuarto entre penumbras
y observar el sueño de su cuerpo,
que ha iniciado hace rato sin mi
que llego casi al alba de ese destierro inmenso
que tiene por mote horrible la palabra trabajo...
Está desnuda,
 y la alcoba azul
parece un inmenso teatro
consagrado a ella, a la vida y la belleza,
que no precisa de mis ojos
para asistir a la perfección que ata cada cosa
con la energía azulada que lo cubre todo.
Miro el reloj que alumbra en mi muñeca izquierda.
Dice que son las 4 y 42 de la madrugada...
este color platinado solo tiene otra hora de vida.
De repente
cae la manta que le cubría los pies
como si algún dios pasara rozándola
misionado por un séquito invisible de erguirla así dormida
y luego verla ascendiendo en su profusa desnudez
que hará nacer una efemérides aún sin nombre,
donde su precioso cuerpo hará de rito y culto al mismo tiempo,
 haciendo de nuevo dios a cualquiera que la mire...
Ojos enceguecidos por su sana piel
que podría ahora mismo explicar
la necesaria sobrevivencia del mundo,
deberían luego cerrarse en mitad de locuaces pensamientos,
pues el ámbito de sus senderos terminará en esos muelles
donde cada ojo avaro estará mirando sin querer terminar
en dicha tarea de cerrarse...
y podrían enloquecer y hacia si mismos y el adentro voltearse...
Se marcha ya el azul,
comienza el duelo...
Pronto el despertar de su premura
hará de este recuerdo,
mi sincera entrada al sueño...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©

jueves, 10 de diciembre de 2015

POTESTAD DEL SILENCIO / Poesía de José Ignacio Restrepo


ELEMENTAL


No te pierdes de algo
cuando ese algo, 
suave al tacto, rapaz, desaparece
de tu oblongo horizonte,
de la secante que decía ser derroche
y de un momento a otro
embarnecida,
simplemente se funde con el hoy
en un callado, cruel, cierto mutismo...
Cuitas de un sordo amor
que tenías trenzado y convencido
en mudeces internas hablador,
y en cantos de calor
bola de nieve,
que remonta hacia arriba,
en derredor,
y de pronto se escurre sin aviso
lentamente en tu mano...

No se pierde jamás cuando regresa
ese sino de aquello que no eres
pero sientes que fuiste
pues tienes como ayer plato en la mesa,
el agua y el mantel reconocidos,
el amor repoblando los sentidos
como cuando tu madre convergía
en cada cosa simple de la vida,
y la veías venir por el zaguán
de una casa alquilada de otro sitio,
en cada vil minuto conquistado
donde llegaste a dar lo que tenías
que no era real,
virtud, letras, y fuerza para hallarte,
mermelada en el pan...
sombras chinescas...

A la vuelta de un parque que recuerdo
cuyo nombre de guerra ahora odio,
corté dos flores niñas con un sueño...
que fluyeran por siempre mis palabras,
que fueran tu confín y tu llegada,
y le dije al buen amor
sin aún tenerlo
dame ésto señor y de cierto te juro 
no volveré a pedir ya nunca nada...
Prometía llevarla de la mano
en todos los minutos de mi vida
y por hacer de él dádiva pura
me quedé sin las manos y los pies,
tan solo con los ojos
y la voz,
la traigo amancebada entre mi piel
sin poderla dejar,
sin que ella pueda...
Amor, abanderado de la fe,
interino sopor que me adormece
y me lleva con él,
convencida la trae todavía y ella jura en verdad
que solo con saber que mora en mí
aún en soledad él me estremece,
cuando es el sueño diario por su sombra
y el místico recaudo entre su piel
lo que lleva a mi alma
de regreso,
cada vez que entre sueños
yo la beso...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO 
• Copyright ©

miércoles, 2 de diciembre de 2015

FLORES CAÍDAS / Poesía de José Ignacio Restrepo


COLLAR DE FLORES


Cuánto ha
- sumo y no alcanzo a recordar -
años quizá sin tejer un collar de flores,
solo pensando en que no queden allí
en la acera sin un bendito dueño,
sin un quiero, sin un no te perdí,
flores que nadie quiere yo las quiero,
para tejer collares
de colores
que no se lleve el viento
y no tengan ya más paisaje alguno
en un segundo solo como este mío,
para pintar este cuento
de un presente y un ausente,
un corazón cohibido que se abrió
para hacer feliz a dos
en un momento,
aunque uno no sepa...

Cambia mi corazón
como duna que se vuela,
no tiene idea ninguna 
de qué cosa es la escarcha
pero hace de sus arenas fieras garras
cuando llega la tormenta a su jardín de olvidos,
corazón como una duna 
que queda plana y tibia
después de bien recibir vientos que rugen
como altares sin dios,
solo por ser un hombre de rodillas
pensando suavemente en su querida,
y recogiendo flores que han caído,
para tejerle un collar hermoso y fresco,
no importa que al llegar ella en la noche
lo encuentre como corona de mortaja,
seco hablándole cual viento turbio,
flores desde mi alma mi señora,
para que sepas
que esta alma que tú habitas
también la vivo yo
en las horas de ausencia
y de nostalgias...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright © 
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