EFEBO DORMIDO
Desnudeces de sal...
La piel como un icónico estandarte
se reduce al secarse al sol y al agua,
los pliegues y los tórridos lunares
parecen ahora señas de algún mapa
que no muestra claro sus senderos,
realmente no lleva a parte alguna
ni nombra este alcázar donde está...
Su dueño que sin ropa ahora duerme
ya sabe que no irá a ninguna parte...
Perfumada del tránsito funesto
de los minutos sin fin que la traspasan,
ha puesto sobre si arduos cansancios
del mar, de la gula y la resaca,
componiéndole odas de cristal
que ahora solo son tercos fragmentos,
que en misterioso orden extendidos
grises por el óxido del tiempo,
mutados en sus bordes por el agua,
ligeros, diríase sin dueño
le miran silenciosos desde el suelo
áridos entre conchas de colores,
perdidos porque nadie los reclama...
Conventuales sueños que ahora pasan
a su pesar altos como nubes,
a ese dormido efebo vislumbrando
sin ropa, abandonado, mustio,
cada uno tiene rostro e iniciales
que necesitan ser reconocidos
por un dueño que los haya perdido...
Él mientras muestra un gesto delicado
que auspician los hechos conseguidos
atados a las lineas de sus manos...
no debe, no busca, no idolatra,
el templo destruido se halla bien,
acaso prendado entre el misterio
tejido en el verano de una piel
con rostro lavado por la aurora,
y un señora precediendo el nombre
que le aguarda entre el místico vergel
parecido a un joyero, delicado,
que ha probado su boca y en sus dedos
se ha traído al mar como trofeo
en un instante tibio que él adora
y está preso con vida
en su recuerdo...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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