Darse cuenta de la soledad
es como estrenar un mueble viejo,
o salir por la ventana
dejando las llaves adentro,
o empezar algún domingo
a excusarse de uno mismo
mientras lloras como un niño
que se cortó y ahora sangra,
calladamente y sin culpa,
otra vez frente al espejo.
La soledad está ansiosa
de que le des voz y voto,
tiene memoria eficaz y guarda cada recuerdo
con el ánimo procaz del que sabe utilizar
y cobrar por ventanilla tanto tiempo en el sepulcro.
Amante de tonto agüero recibió olvido formal
y solo tuvo permiso de regreso responsable,
cuando ya no hubo nadie que escribiera en el correo
o que llamara diciendo qué te pasó,
qué te hiciste,
porqué no vienes el viernes
en la noche nos reunimos,
los solteros, los casados,
los que perdieron el rumbo.
Estoy sentada contigo de soledades preñado
y no sé por dónde empiezo
una charla que te guste,
una que te permita volver a llamarme luego,
que te deje enamorado de mi pelo o de mis manos,
para que salgamos fuera
al cine, tal vez a bailar,
a cenar como te gusta,
arriesgar a que cualquiera te reconozca y pregunte
si aun escribes
o qué haces,
aparte de simplemente
salir tú solo a cenar.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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