MARCO POR CUADRO
Con
narrarse el amor a los luceros,
no vuelve Pompeya a ser lo que
era...
Ceniceros se llenan y se lavan,
se despide la gente y a la orquesta,
se riega ocho veces más la grama...
se convida al sol a la mañana,
confiando que
regrese,
solo eso nos queda...
y la ternura...
Simples
latencias de
voces resguardadas,
esperando el cómo de los cuándos,
para
correr a abrir esa ventana,
donde mirarte llegar es dulce
premio...
Silvestres los amores repetidos,
las palabras ajadas siempre
nuevas,
los elementos que nievan en su cinto,
las fresas que te comes
cada noche...
La sazón que a tu gula favorece,
muda su rostro en el
siguiente instante,
cuando el grito que la nombra descompone
el cuadro
donde la atas para amarla,
y el cielo que le muestras no es azul
ni tiene golondrinas que lo crucen...
Y ella solo mira lo que ves
mientras tu mano se alza y lo señala,
sabiendo que ella
sabe que no existe,
mientras corre ese minuto
raudamente...
sonriendo para ver que eres feliz,
pensando de
verdad que te lo crees...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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