DEL TEDIO
Defiendo tu santísimo nombre
del hedor propio que corrompe
todos los hechos del mundo
y las cosas regidas por el tiempo,
lo elevo de todo lo funesto
que pasa raudamente ante los ojos
envolviéndolo en papel aluminio
lejos bien de todos los cerrojos…
Qué resulta de animoso defenderte
sino ser ya parte de los otros,
de ese ejército volátil de mil ásteres
nombrado sin favor en otro escrito,
ya quisiera yo y mis fundamentos
ser los protagonistas diletantes
de esos rayos tiernos que el amante
ve posarse como flechas en su pecho,
tarde como para sentirse equidistante,
pronto como si el amante prometiese
y el favor en cupido se cumpliese,
más tampoco podré sentirme solo
uno de aquellos nunca favoritos
que por ser proscrito de tus ojos,
del infierno resultó ser un bendito…
Te defiendo del mísero problema
de andar en la boca de un cualquiera,
con este amor que en versos se me sale
sin casar consonantes con vocales,
hállome con bondad insatisfecho
pero muy dispuesto siempre ante la lucha,
con dormir unas horas y comer,
estaré de regreso igual que ayer,
cuando dije por hoy hasta mañana
y desperté con el sol sobre mi cama…
Entonces, no lo creas imposible,
antes bien frota la piel con buen jengibre,
y promete que mis versos atarás
a esa muda tardía, lenta súplica,
que se ha vuelto oración sin dios ni templo,
pues a mi sin saber cómo ni cuándo
se volvió mi pasión y mi sustento…
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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