TUVE DEDOS DE AZUCAR ESA NOCHE OSCURA
Callada fuente de la muda oscuridad naciendo,
vertiente de plena omnipresencia,
que el negro profundo iluminas de la noche,
como puedes andar entre mis dedos
- mudos testigos de mi sapiencia y de mi olvido -
Como hábil tejedora ciega
hilándome en caricias que me arropan,
en los castaños cabellos de esta musa,
en su inquieta cabeza,
cuando arruga la frente
para dar seriedad a su rostro,
cuando busca y no encuentra,
cuando encuentra y no entiende…
Manantial silencioso,
a pura cautela fiel brotando,
qué de mi sed ella quiere si el agua la llena,
mis manos mojadas como alas de ángel de invierno
la abrazan en un nuevo bautizo,
hoy me llamo ternura,
esa voz mis labios humedece
y los doy en manantial
para que calmen cualquier sed
que mi presencia les cause,
veo la vida venir apresurada,
por mi culpa buscando mapas infecundos
en rutas de hábito y ruina
por mi pie no allanadas,
y me vierto buscando a la heredera,
la que trae la paz como amuleto
sin siquiera saberlo…
Como las guerras marchitas
que todo lo vuelven oscuro,
llegan las cercanías que no hablan,
las palabras repetidas que no enseñan,
y entre el rostro escondido de su risa
que ayer nombró a mis manos como amigas,
nace el otro que también me habita
con notas de su viaje,
recuerdos por el gasto ya mordidos,
avances de su gloria sin motivo,
sólo por yo llegar,
por hacer de escucha interesado,
y puedo ver que ve adelante
que puede perder,
por eso roba:
Allí esta mi fe sobrevolando,
musa de selvas y dientes tan perfectos,
ahora somos manantiales,
somos sedes,
somos cantimploras de piel, largos caminos,
alimento a la sombra del fugaz descanso,
días de asueto mujer,
los más importantes,
de la vida los más necesarios…
NO MÁS UNA SOLA
No más que una sola necesita,
mi corazón forastero,
una mirada,
en mi alma errante
que parece ir separada de mi cuerpo,
una atención nacida de tus ojos
para dar visto bueno a la ternura,
para yo asirme de la voz de tus semillas
que brotan no sé como
en algún lugar por dentro…
No más de dos miradas,
un segundo de promesa sin distancia,
que cabalgue mohíno necesito,
para armarme de paz,
aunque sea posible perder esta batalla,
acaso eximiendo a mis ojos de la duda,
por la pregunta, sabes,
cualquier pregunta llana, montañosa,
aguda, elocuente, perentoria,
no más de dos pequeños breves brotes
de esa luz indulgente, brillante,
que de forma además inexplicable
llega a mi alma entera de bríos,
sin que se gaste por ir por el espacio
que grande existe entre los tuyos y los míos,
amante de otros días,
reconocida hoy por mi piel,
y por aquello que partió contigo…
JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor
Has de saber, menina de mi alma novata pero de albur inveterada, que dejé huellas prestadas y me llaman, por eso los caminos como anillo de orate se me prestan, soles que se esconden en las guardadas chapas de la luna, ocres vivaces llenos de agua lluvia, nácar de sales que ayer dejaron mis ojos para viajar hacia otras espesuras...
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