TRASLUZ
Cálmame
Ve por aceite y úngeme el cabello
con movimientos lentos
alargados
como sólo tu sabes hacerlo
Ve hasta allí,
alumbra en el oscuro
Dime que no se han ido las estrellas,
que no es cierto que llega la muerte,
a ajusticiar la vida renacida,
a acabarlo todo,
a llevarse mis colores
sin remedio…
Háblame,
ahora habito el país de los ciegos,
úngeme con tu llanto
nuevamente
y luego
pon tus dedos en mis ojos,
bátelos suavemente
para que yo imagine que ya no estoy,
que me he fugado por fin
de esta gruta
de miedo
DEJA A LA TARDE QUE CAIGA…
Baja la tarde,
los desiertos han de estar creciendo
como este albor extraño
inmenso…
Allende un ancho cauce hoy seco
las fantasmales corrientes aún murmuran,
pero unos niños que de eso nada saben,
juegan,
están corriendo a los duendes de la noche
y entre míticos gestos sin sentido
les conversan, les gritan, les increpan,
terminan jugando con ellos…
Un poco más arriba
coloreadas por el sol rojizo,
unas mujeres adultas ríen
mirando de hito en hito a los pequeños…
Con ufana pena sueñan
de estar tan lejos ya
de los duendes y brujos de la infancia,
y añoran…
Hay un silencio luego,
un recuerdo en cada una descorriendo
la fuerza que seguía a los sudores,
los largos cuchicheos
en los bien elegidos escondrijos
que las hacía intuir verdades bellas,
que los viejos
- esos lerdos cuidanderos -
ni tornando a ser niños
entender nunca pudieron…
JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor
De la memoria a veces vocinglera, saco trozos de mirra y oro inveterados, y los rindo a tus pies, continente de afugias y senderos que no me tiene por pie ni aún por huella mas que en su loca quimera, y en la mía...
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