EL DÍA
Asida de la mano
la inocencia,
miraba al preceptor con gozo,
alegría infantil pintando el rostro,
bautizado amor en la mañana...
El camino cedía y la palabra
se hizo poco a poco insuficiente...
Silencios de sonrisas,
sonrisas convertidas, elocuentes,
sutiles miradas que desmienten
que el paso de las horas algo acabe,
o cierre con lo que empezó la aurora
sin pedir cuentas, saldos,
ni decirle a nadie...
Y al llegar la tarde entre colores,
las miradas cambiaron y los roles,
entremezclaron candores,
convirtiéndose
sin siquiera bien saberlo,
en pasiones al rojo sin gobierno
manos,
pechos,
y sexos,
sellaron con sus nombres
el paso interminable
hacia la noche...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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