A esta hora soy solo un murmullo,
tengo los labios partidos,
la boca cosida,
el paladar rabioso
cargando toneladas de silencio...
Voy al verde cercano
y coloco mi sombra entre el follaje,
y mi rostro demacrado, insomne,
que está lleno de signos incompletos
recogido en mi manos desveladas,
que cuentan cicatrices romas
mientras suman relieves
y serenan en el cuerpo
mis calambres...
Moribundo muchas veces elegí
mantenerme para no morir del todo,
como hoy que en la nada saboreo
mis remiendos de boca,
y ese reconocido no tener
que se mueve sin llevar ninguna prisa
en malgastarse, en perderse todo,
mientras riega en el cuerpo
por completo
cada voz cadavérica sin eco,
abriendo con ella lo que ve,
cada fiel aposento lleno antes
de la elocuencia tuya o de la mía,
y entonces grita mi sombra
y nadie oye,
nada tiene el bouquet que otrora hubo
y se ha ido ese sueño,
que dijo antes de hoy
lo que fue ayer...
E incluso la ira se ha marchado,
la sacrosanta que en fuego renacía
cuando crear ya no me era suficiente
y mi genio pulsador perdía la calma,
ni el dulce de la musa en el renglón
tallando con la tinta y a mansalva
el latido del nervio, el alma en grima,
levanta ese dolor de Poseidón
que antes había,
y graves los dos ojos se interrogan,
¿aun está de día? ¿y este oscuro?
Y llenan de tristeza este color
que no posee luz ni autonomía,
y el cuerpo del poeta se levanta,
para medir los pasos con su llanto
pues no tiene a su lado esa emoción
que llaman Poesia y que él tenía
viviendo dentro suyo como aire,
como sangre de sobra, como fibra
que venía a sus manos sin llamar
y brotaba como ola que se fuga
sin saber hacia donde,
del azul apremiante de algún mar,
buscando no tan sólo parecerse
sino ser, convencerse,
de que ha sido llamada
para nombrar
a la bella libertad...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
Copyright
( Fotografía de Alan Shapiro)
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