Medirte el pelo,
que está lacerado por esos quicios de nácar,
extendido con celestes luminiscencias
que han cruzado de ida y vuelta
diez veces la Vía Láctea,
a una hora
en que burdeles y cuarteles han cerrado,
precisa dar el más convincente santo y seña.
Déjame,
abastece mis sentidos,
tómame desde adentro, yo me fío,
me ciego si me piensas hortaliza
y me clavas los dientes,
me dices mi manzana,
me salivas
y luego descansas tu mirada
donde todo comienza,
y sonríes buscando ese donde sinuoso...
un poco más allá vive mi risa.
En todo caso
resto de tus sumas,
convierto mis barreras en azules
para regarlos hoy en ese gris,
que ha quedado a vivirse en tu cabello
y hoy coloniza incluso
esas hebras dichosas de mi lengua,
abajo de tu ombligo
y más allá...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
Copyright
No hay comentarios:
Publicar un comentario