EL ALIENTO DEL REZO
Como pedido ubérrimo del cuerpo
que transportase el alma entre palabras,
la vida de tu voz renace hoy
de otro que sin más se ha ido ya
y acaso ni te ve
porque se ha muerto...
No ceses de poner agua en sus labios,
ni un sus ojos grasoso linimento,
acaso se despierte mientras hablas,
y componga a tu amor que lo enamora
una suerte de amado padrenuestro.
Tú eres el vaivén que necesito,
parece que le dices con tus ojos,
y sentada en hinojos
saboreas
el cálido dolor de su ida ausencia
así como le hiciera en otras veces,
a tu ávida boca o a tu plexo,
cuando en noches cansinas
pero vivas,
le entregabas de ti
fuerza y latido...
Despierta, por favor, abre los ojos...
y entonces por milagro
él regresa,
sus pasos conocidos en la puerta,
alejan al recuerdo de tu mente,
y el aroma que te es reconocido
se filtra por debajo
hasta tu alcoba...
Y corres, casi vuelas para ver,
la fuerza de tu orar y tu silencio,
que convertida en hombre se halle allí
bajo el umbral que oculta las estrellas...
Pero, no hay nadie,
en la noche ruge el viento,
compruebas otra vez, amada amante,
que la fuerza de tu rezo trajo aquí
solo en alma, pero en ella casi cuerpo
la imagen del amado,
y su recuerdo...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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Que hermoso poema José Ignacio, cuando el amor ante tanta adversidad se sostiene en la fuerza de la fe. Un abrazo poeta...!!!
ResponderEliminarTe extiendo mi abrazo, Mariela, desde la casi medianoche de Medellin. Gracias por venir a leer estos poemas de amor y de enfado: no viene bien juntarlos, pero son casi nervaduras de la misma mano, las heridas que nos deja la señora soledad, todo por ir huyendo al desengaño, de la mano amada de un recuerdo...
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