CUERPO VOLANTE
Vendo la inocultable pequeñez
que ha caído sin verse esta mañana,
por ese cuadro inmóvil, la ventana,
llena de cielo inmenso por doquier,
y pájaros que juegan a alcanzarse...
En el suelo es tan breve su tamaño,
su vital quejido tan inaudible,
que podría confundirse con un niño
sino fuera su rostro de papel
el mío rostro
de dolor henchido
Vendo entonces el cuerpo malherido
que cayó de algún sueño sobre humano,
esperaba al tomar por ese atajo
encontrar en sus ojos el amor
por otros gratamente reflejado,
y saltó tentado en alcanzarle,
con escaso pudor
y sin cuidado,
pues alas él no tiene
solo manos
Gruesas manos de tacto campesino,
hortelanas de sufridos verbos,
jardineras de musgos y quebrantos,
de ilusiones sembradoras,
bellos cantos,
alarde siempre hicieron de saber
en la corteza de árboles adultos
de labrar sentires magnos
y hasta insulsos,
como dignos de leer y resentir
Pero ellos nunca supieron convencer
a ese aire liviano y transparente,
que su cuerpo debería sostener
si saltaba en un vuelo elocuente,
todo el cuerpo lastrado,
adolorido,
en un leve quejido
casi nulo,
me revela que no sabe volar
y de amor un poco solo sabe
Aquella que miró por la ventana
pasando bellamente por la calle,
de lejos ahora mira su dolor,
no atina a detenerse y es mejor,
el cuerpo y las heridas
pronto olvidan,
qué las causó,
quién les trajo ruina,
a menos que detengan su camino
para compadecer al corazón
que roto sin querer tonto suplica
Vendado y con la herida ya cerrada,
el cuerpo volador no dice nada,
las escaleras sube y cuando llega
una sonrisa brota
como nueva,
pasó lo que tenía que pasar,
se enamoró del aire sin saber
que este no lo podía sostener,
y ahora da las gracias
sobre el piso,
y se mira los pies
como petiso....
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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