LAS QUE APENAS CONOZCO
Las que apenas conozco que te habitan,
vecinas de tus ávidas premisas
y tus inquinas dañinas con lo mío,
presentes cuando solo te acaricio
les digo con este afecto que me llena
y sin saber de su extraña vecindad
si viven en una casa de esta cuadra
o en una calle de otra ciudad,
las quiero, mis vecinas habladoras...
No sé donde las llevas en la noche,
cuando ya tarde debemos descansar,
o si me las escondes en el closet,
bajo la cama doble, en la cocina,
en una caja vieja de bombones
que yo te regalé hace años,
donde guardas moños, mil recuerdos,
las cosas que te traen desengaños
que escondes con tu magia de mujer,
yo creo que las haces diminutas
y les quitas su sombra, su vestido,
les pones en la boca un corcho viejo
o acaso nada más algún somnífero,
no sea que despierten, hagan bulla,
y terminen por lograr protagonismo,
donde no lo debe haber
o sea aquí mismo...
Al cinismo que descubro en tu opinión
que no parece tuyo ni de vainas,
tampoco de tu madre a la que adoro,
le pongo un rostro afable por si acaso
tuviera que llegar a detestarlo,
un rato me demoro aderezando
lo que falta a su boca con tu cuerpo,
corrijo las arrugas y el cabello,
mientras hablas de lo que te disgusta,
aquello que te harta...
Cuando calles de pronto saltaré,
para llenar de besos ese rostro,
el rostro de esa mujer clarividente
que no sabe todo pero casi,
y luego miraré al más real
a ese que yo amo casi siempre,
que abrazo aunque a veces no me abrace,
que beso así esté fría la boca...
El otro que se hace bajo el tuyo,
que se queda mirando sin amor,
por el gasto excesivo de los días,
y porque todo pudo ser mejor,
lo alcanzo con mi mano y mi caricia,
con un poco de paciencia yo me cubro,
porque puedo yo amar a esta mujer
así tenga las caras que ella quiera,
por más que esas ajenas me delaten
tú sabes que te tengo más amor,
y puedo mejorarlo cuanto quieras
calarlo con mi crema anochecido,
con menta, ron o leche si deseas,
en una bella taza de colores,
servírtelo sin más un poco frío,
vertirle agua del grifo sin que veas
para tibiarlo y que no te me quemes,
o hacerte a medianoche un chocolate,
y vértelo tomar enamorado,
sin recordarme ya de tus tres caras,
con ésta que me mira enamorada,
tiene aliento mi rojo corazón...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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Cómo me ha gustadooooo...se ha acabado demasiado pronto...Genial poeta.
ResponderEliminarSin duda Silvita, que sólo vemos todo desde adentro, y a veces si el amor mira primero, sólo el rostro del ser amado vemos. Abrazos y gracias por venir!
ResponderEliminarELLA PODRÁ ACASO TENER MUCHAS CARAS, PERO LO QUE ES TU CANTO SIEMPRE LLEGARÁ HASTA LA ORILLA DE SU ALMA, EN DONDE SE ACURRUCA LA TUYA.
ResponderEliminarMe sorprendes, Gustavo...Acaso sea la primera vez que veo tus huellas, y espero dejes más. Te alargo mi abrazo...
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