PIEL DE CRISTAL
Tomo los dones caídos y perplejos,
los pongo de cara al sol para que sequen,
pues han estado mojándose
en la plena intemperie,
y en el crisol de perpetuos sentimientos
les veo nutrir de nuevo su certeza,
de serse míos para siempre,
de orgullosos saber pertenecerme...
Vastedad de la rutina que regenta
esa seria ancestral magia incubada
que permite que podamos recordar
quiénes somos,
qué buscan nuestros ojos,
dónde duerme nuestra alma
de mortal y fecunda errancia plena,
dónde está seguridad la duda,
que nos haga alcanzar ya sin premura,
aquel interrogante diluido
y ese otro que lo atranca todo,
para trenzarlos en raso condominio,
como hermanos que son,
que siempre han sido...
Seco los dones que han sufrido algo,
como pieles de zapa se encogieron,
profuso el llanto los mojó de nuevo,
y aquilatados pero algo más pequeños
ellos me miran,
desde el portal del alma
que sigue siendo amiga,
lobo que solo ha vivido tantos días
y ha pasado mascullando cosas,
algunas espirituales, bellas,
otras alevosas y oscuras,
como el material que forma las estrellas,
mis bellos dones encogidos
por el tanto llanto,
sobrevivientes,
consolados de saber,
que no son inexactas las consignas
que desde el cielo les prometen todo,
si resisten dando bien aunque por males,
ellos puede que lleguen casi inciertos
sin tamaño, sin su rostro bello,
al sitio que les deben por promesa
donde los dones extinguidos
son mortales...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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