PIEL Y PIQUETE
En tres cánulas hecha tu distancia,
a propósito del temple que a tu frente,
te dice simplemente y con constancia,
serás mía turgente o abatida,
entonces se brota mi palabra,
haciendo francamente este poema,
palabras ordenadas y aguardiente
de la tibia corona de tu espalda
que saltan hasta el rojo apetecido,
buscando su diadema entre tu ombligo ...
De la sed hasta el agua promisoria...
Tus derivas son hondas, reincidentes,
al calor de la estría el viento llega
y convierte soledad en cofradía,
cual dolor de sinsonte amanecido,
que dejara sin canto, voz, ni voto,
al esbirro iguanodonte fallecido...
Estelares son todas sus llegadas,
hacen amantes en el fondo de mis letras,
y un delirio apetecido en las ausencias
sufridas de otra noche con desgano,
fieles a la esperanza renacida,
de la que obtiene políticas sinceras
y playas para volver si mar adentro
hayan un fondo que no enaltezca los azules
o un verbo incapaz de ir a decirse
a gritar, a cantar, a sofocarse,
cuando vaya a bogar montaña adentro...
Un todo inmenso que el valor venere,
un cielo de corajes que maduran
y pigmentos sanguíneos, resuellos,
que se levantan en vuelo en tus palabras
intestinas y firmes, de coraje,
convirtiendo la belleza en certidumbre,
la plomiza bondad untuosa y recia
en sus verdades de a puño que pelea,
como un sereno pedazo de cornisa
para alabara el golpe propinado
a un dictador difunto y acabado...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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