De los diáfanos caminos casi no hablo
por una inusual filantropía,
no pasó por allí, temo que caigan
tiestos que no conozco en mi cabeza.
Los oscuros y difíciles al pie,
favoritos por ser tan abundantes
se forman de dos en dos para que pase
musitando a mi sombra, bienvenido,
y yo les tomo fotos sin que vean,
no volverá, nos paga con la vista,
recordará que estuvo por aquí
cuando alce la amarilla cartulina
y la ponga un instante ante los ojos.
Los caminos del día, las rutinas,
se sientan a esperarme con paciencia,
tardo a veces uno minuto pero llego
pues el orden provee mi sustento.
Bendigo que me esperen y me impulsen
a completar la tarde o la mañana,
y que al final de la noche me devuelvan
con hastío y vergüenza
al pasillo desnudo
que lleva sin problema hasta
mi cama.
Entre sueños me encuentro a esta hora
visitando santuarios deslucidos,
si me vez no me brindes tu saludo,
recuerda que no a todos se recuerda,
y esa mala memoria involuntaria
puede hacer de castigo
y obligarme a pagar con mil vigilias
el saludo no dado,
desde el sendero ausente
que está frío y cubierto de la vista
con la geometría desgatada
y el color azaroso
de las sábanas.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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